Héctor Tecalco.
Reporteros de las Altas Montañas.
En Huatusco, el poder no se transfiere, se hereda. Y si es entre compadres, esposas o aliados de ocasión, mejor. Alejandro Porras, que pidió licencia para lanzarse como candidato a la presidencia municipal, ha demostrado que en la política local no hay límites, solo alianzas estratégicas para seguir ordeñando la vaca presupuestal.
Ahora, como si fuera parte de un melodrama mal escrito, Porras hace mancuerna con el mismísimo presidente municipal Ventura Demuner para postular a su esposa, Norma Ramírez, como candidata a síndica. ¿Coincidencia? No. ¿Descaro? Definitivamente. Porque aquí no se gobierna, se administra el saqueo.
Pero eso no es todo. Mientras en el municipio la familia feliz se reparte el pastel, en el Distrito Local de Huatusco las cosas se cocinan a fuego lento, pero con el mismo ingrediente principal: el oportunismo político.
El propietario se va de candidato, dejando a su suplente –que casualmente es el titular de la CAEV– la opción de convertirse en diputado. Y así, como quien cambia de silla en una sala de espera, podría terminar representando los intereses de 18 municipios. Sí, 18. Porque, al parecer, en Veracruz un puesto público se gana por perseverancia... o por favores cumplidos.
La gran pregunta aquí es: ¿acaso la gobernadora Rocío Nahle tiene una deuda política que ahora toca pagar? ¿Y qué pasa con los principios que tanto pregonaron de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”? Porque, a juzgar por los hechos, alguien miente, alguien roba y alguien traiciona. Y no es precisamente el pueblo.
¿De verdad se quedarán sin representación Alpatláhuac, Calcahualco, Comapa, Coscomatepec, Chocamán, Ixhuatlán del Café, Sochiapa, Tenampa, Tepetlaxco, Tlacotepec de Mejía, Tomatlán, Totutla, Zentla y Huatusco? ¿De verdad vamos a ver sesiones del Congreso con solo 28 diputados calentando curules mientras 18 municipios miran desde el abandono?
Urge legislar para frenar este tipo de vacíos. Pero más urgente es frenar esta comedia de poder disfrazada de democracia. Veracruz no merece más capítulos de esta tragicomedia, donde los intereses personales se disfrazan de “compromisos políticos” y donde los puestos se reparten como herencia familiar.
“No es que queramos el poder... es que el pueblo no sabe gobernarse solo”, podría decir alguno de estos iluminados de la política local, mientras se reparten cargos como si fueran boletos de rifa.
Porque aquí, en lugar de servir al pueblo, lo sirven en bandeja de plata. Y los huatusqueños... comemos promesas.
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